Editorial: La importancia de los valores
Hace menos de dos meses, y con un intervalo de siete días, han muerto dos personajes públicos, Vicente Ferrer, ejemplo universal de la mejor filantropía y Michael Jackson, considerado en el campo de la música como el Rey del pop.
El primero ha dedicado su larga vida, falleció con 89 años, a cambiar la de cientos de miles de desposeídos y es un referente internacional del trabajo humanitario. Este Catalán, que a los 16 años pidió el carné del Partido Obrero de Unificación Marxista, a los 24 abandona sus estudios de derecho y se hacía jesuita, orden que dejaría a los 49 años, ha entregado su vida a los demás.
Instalado en Anantapur, uno de los distritos más pobres de la India, ha llevado adelante miles de programas de ayudas a agricultores para dotar de agua sus poblados y de créditos para sus actividades. En el momento de su muerte, a través de su Fundación, gestionaba cinco hospitales y cientos de escuelas.
De Michael Jackson, podemos decir que no tuvo infancia, pues desde los cinco años fue esclavo, de los manager y de las casas discográficas; eso si ha sido multimillonario, pero en el momento de su muerte estaba en la ruina pues gastaba por encima de sus posibilidades. Residía en Los Ángeles, en una mansión palacete con 7 dormitorios, 13 cuartos de baño y un alquiler mensual de 71.000 dolares.
Es verdad que indudablemente era un excepcional cantante, que ha revolucionado la música pop, que hizo una canción dedicada a la paz y que hizo millonarias aportaciones a instituciones benéficas. Pero la muerte le llego por una sobredosis de medicamentos.
Los medios de comunicación nos mostraron la multitud de indios que hicieron cola para despedir al cooperante español, al mismo tiempo que una semana después veíamos fotografías de jóvenes llorando la muerte del Rey del pop.
Cualquier muerte es dolorosa, pero deberíamos distinguir entre quien dejo su vida trabajando para los más pobres y quien murió a los 50 años por una sobredosis. Es agradable escuchar buena música, pero el mundo sería mucho mejor si hubiese muchos Vicente Ferrer.
Debemos estar vigilantes, pues los valores y la coherencia con ellos son los que han hecho cambiar el mundo y lo único que lograran que sea mejor.