Editorial: Los Juegos Olímpicos una ilusión, la crisis económica una realidad
El 2 de octubre la corazonada daba paso a la desilusión. La unanimidad de las fuerzas políticas, el esfuerzo realizado desde la Casa Real, pasando por el Presidente del Gobierno, la Presidenta de la Comunidad de Madrid, el Alcalde de la Ciudad y nuestros mejores deportistas, no hizo posible que los juegos olímpicos de 2016 se realizasen en Madrid.
Todos los medios de comunicación pusieron de manifiesto la unanimidad y el empeño común de todos, independientemente de sus intereses políticos, por hacer realidad aquella corazonada, deseada, según las encuestas, por más de un 80% de la ciudadanía.
El abrazo, que millones de españoles pudimos ver entre el Presidente del Gobierno y el Alcalde de Madrid, cuando se conoció que nuestra candidatura quedaba ampliamente superada por Rio de Janeiro, parecía trasportarnos a un mundo y a un País distinto del nuestro.
Ese mismo día se conocían las declaraciones del Presidente de la Comunidad Valenciana a propósito de su supuesta implicación en el “caso Gürtel”, en las que a preguntas de los periodistas sobre posibles dimisiones en el PP Valenciano, respondía diciendo: “que dimita Zapatero”.
Es verdad que hubiese sido muy bueno que los Juegos Olímpicos se hubiesen celebrado en Madrid, por un montón de razones entre ellas el impulso económico que hubiese supuesto. Pero los Juegos Olímpicos no habrían solucionado la profunda crisis económica en que nos encontramos inmersos, para ello se necesita sin duda el esfuerzo de todos, sindicatos, empresarios, gobierno y oposición.
La ruptura de la mesa del diálogo social, el desacuerdo en los presupuestos para el próximo año, el enfrentamiento político que día a día se da cuajado de descalificaciones, no se parecen en nada al abrazo Zapatero Gallardón. Los Juegos Olímpicos eran una legítima ilusión, pero la crisis es una tremenda realidad que bien merecería aquella unanimidad, o cuando menos la responsabilidad de todos para hacer posible que salgamos cuanto antes de ella por el bien de los más de cuatro millones de personas que no tienen empleo.
Todos los medios de comunicación pusieron de manifiesto la unanimidad y el empeño común de todos, independientemente de sus intereses políticos, por hacer realidad aquella corazonada, deseada, según las encuestas, por más de un 80% de la ciudadanía.
El abrazo, que millones de españoles pudimos ver entre el Presidente del Gobierno y el Alcalde de Madrid, cuando se conoció que nuestra candidatura quedaba ampliamente superada por Rio de Janeiro, parecía trasportarnos a un mundo y a un País distinto del nuestro.
Ese mismo día se conocían las declaraciones del Presidente de la Comunidad Valenciana a propósito de su supuesta implicación en el “caso Gürtel”, en las que a preguntas de los periodistas sobre posibles dimisiones en el PP Valenciano, respondía diciendo: “que dimita Zapatero”.
Es verdad que hubiese sido muy bueno que los Juegos Olímpicos se hubiesen celebrado en Madrid, por un montón de razones entre ellas el impulso económico que hubiese supuesto. Pero los Juegos Olímpicos no habrían solucionado la profunda crisis económica en que nos encontramos inmersos, para ello se necesita sin duda el esfuerzo de todos, sindicatos, empresarios, gobierno y oposición.
La ruptura de la mesa del diálogo social, el desacuerdo en los presupuestos para el próximo año, el enfrentamiento político que día a día se da cuajado de descalificaciones, no se parecen en nada al abrazo Zapatero Gallardón. Los Juegos Olímpicos eran una legítima ilusión, pero la crisis es una tremenda realidad que bien merecería aquella unanimidad, o cuando menos la responsabilidad de todos para hacer posible que salgamos cuanto antes de ella por el bien de los más de cuatro millones de personas que no tienen empleo.