Madrid: La Operación Chamartín arranca. Las Administraciones, ¿han aprendido algo de la crisis del ladrillo?

Durante el mes de diciembre último, ha estado expuesto a información pública el plan parcial de la Operación Chamartín. En este tiempo, las asociaciones vecinales de los barrios del entorno hemos comunicado a las Administraciones nuestra posición crítica sobre la misma. Pero vayamos por orden. En este breve artículo tratamos de contestar a dos preguntas: 1) ¿En qué consiste la Operación? 2) ¿Qué decimos las asociaciones sobre ella?

Levantar sobre las vías del tren una nueva ciudad

La macroactuación persigue soterrar buena parte de la playa de vías de ferrocarril entre la calle Mateo Inurria y la M-40. Sobre la loza de la cubierta se levantaría una nueva terminal de viajeros, al tiempo que se prolongaría el actual paseo de La Castellana entre la M-30 y la M-40, construyendo del orden de 18-20 mil viviendas y un gran número de oficinas, así como varias grandes superficies comerciales y de ocio. La edificación estaría en su mayor parte agrupada en torres y rascacielos de hasta 40-50-60 pisos.

Por otra parte, se aprovecha la ejecución de la operación para, de un lado, soterrar la M-30 a su paso por el ámbito y mejorar las conexiones de la misma mediante el trazado de un la by-pass y, de otro lado, construir varias carreteras y calles que mejoren y aumenten las comunicaciones entre Herrera Oria y Tres Olivos con el barrio de Las Tablas. También se crea una nueva línea de metro entre la estación de Chamartín y el apeadero de Fuencarral. Naturalmente, está previsto construir parques, zonas verdes y equipamientos sociales que den servicio a la población que en su día asiente residencia en el nuevo barrio.

Los servicios ferroviarios experimentarán un gran crecimiento, pues está planeado que el número de vías pase de las actuales 21 a 32. La estación de Chamartín albergará la cabecera de los trenes de alta velocidad con el norte de la península y estará conectada con la T-4 de Barajas y con el segundo túnel desde Atocha.

En definitiva, la suma de todos estos elementos nos da una ciudad nueva con cerca de 60 mil habitantes donde hoy no hay más que vías de hierro y terraplenes. Para hacernos una idea de la magnitud basta considerar que tendría más habitantes que capitales de provincia como Segovia, Ávila, Soria, Cuenca, Teruel o Huesca.

El entorno apenas se beneficia, pero sufre las consecuencias

Es verdad que la Operación Chamartín supone varias mejoras en el entorno. Una de ellas, sin duda, es la supresión de la barrera que significa la playa de vías; otra es la ampliación de la red de metro; y una tercera, la mejora de las comunicaciones para coches, bicis y peatonales entre ambos lados.

Sin embargo, las asociaciones vecinales hemos manifestado serias reservas sobre la actuación. Nuestras razones son muchas y no cabe dar cuenta de todas ellas en un artículo tan breve como el presente. Nos restringiremos, por tanto, a mencionar algunas. La primera, es el propio gigantismo de la Operación. La zona norte de Madrid, después de la creación de los nuevos barrios en los PAUS está ya tremendamente saturada y congestionada. Esa situación está condenada a empeorar y mucho, tanto más cuanto se está trabajando para una ciudad con 60 mil habitantes, miles de oficinas y alrededor de 50 millones de viajeros al año. Las 4 torres no han beneficiado a los barrios de los alrededores. El hecho de que ahora el número de rascacielos se multiplique es muy poco esperanzador.

Las viviendas que se van a promover son en su mayoría libres, pues está previsto que apenas el 20% sean viviendas con algún grado de protección. Esto traerá como resultado, con bastante probabilidad, un encarecimiento del nivel de vida en todo el entorno. En realidad, el objetivo es crear un espacio de lujo de espaldas a los precarios y deteriorados asentamientos existentes en la margen occidental, como la colonia de San Cristóbal, el barrio de Begoña o el caserío consolidado a lo largo de la avenida del Largo Castellano y Nuestra Señora de Valverde. Por de pronto, toda la industria y el tejido de actividades cercano a la playa de vías desaparecerá, sin que esté asegurado el mantenimiento del empleo en otras localizaciones.

También suscita nuestro rechazo el hecho de que los terrenos para zonas verdes y equipamientos sociales que la Ley obliga a reservar en el ámbito de la actuación no servirán para enjugar los déficit que sufrimos los vecinos y vecinas que ya residimos en la zona. De hecho, en la Operación Chamartín, gracias a un subterfugio legal, se van a reservar menos terrenos por número de viviendas que, por ejemplo, en los barrios de Montecarmelo y de Las Tablas. Por así decirlo, “nuestro gozo en un pozo”. En el nuevo barrio no caben las escuelas infantiles, las instalaciones deportivas o los centros de la tercera edad que faltan en el distrito de Fuencarral-EL Pardo.

Se ha dicho que uno de los principales méritos de la macroactuación es la creación de empleo. Pero aquí nos asalta la duda: ¿no dicen los Gobiernos municipal, autonómico y central que la construcción es un sector poco seguro y muy vulnerable y que los esfuerzos hay que centrarlos en generar actividad en otros sectores? Más bien parece que siguen instalados en el boom inmobiliario y la especulación del ladrillo. Acaso, ¿no han aprendido nada de la crisis?

En conclusión, para las asociaciones vecinales la Operación Chamartín, tal y como está siendo diseñada por las tres Administraciones, más RENFE/ADIF y la empresa DUCH SA (la gran beneficiaria y mayoritariamente propiedad del BBVA), se aparta de lo que habría sido un desarrollo en el que los más hubiéramos salido ganando. Tal sería, y ahí residen nuestras dos reivindicaciones principales, si el tamaño de la operación fuera bastante más modesto y si se reservaran terrenos en una magnitud suficiente para localizar en ellos los equipamientos sociales que necesita el distrito.

Vicente Pérez Quintana
Junta Directiva de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid
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