Cultura: Como en la moda, en la educación lo antiguo marca tendencia.

Muy recientemente se ha aprobado la que será la séptima modificación de la Ley de Educación desde que vivimos en Democracia, y todo apunta a que ésta vez la séptima tampoco va a ser la definitiva.

De nada le ha servido al Gobierno con el Sr. Ministro peor valorado del ejecutivo a la cabeza, el rechazo más absoluto del resto de fuerzas políticas y de la mayoría de la ciudadanía (alumnado, profesorado, padres y madres, etc) que ha llevado incluso a la convocatoria de la primera huelga general de la historia de la educación española. Mareas, manifestaciones, recogidas de firmas, asambleas…. nada ha sido suficiente para parar una Ley que nos retrotraerá a los años 70.
Aunque el Sr. Wert insista en que con esta reforma pretende luchar contra el alarmante abandono escolar y los mediocres resultados que obtiene España en comparación con los nuestros vecinos europeos, parece mucho más un intento de dar cobertura legal a la escuela “low cost” a la que ha conducido el recorte de más de 6.700 millones de Euros que ha sufrido la educación española desde 2010 cuyo origen, no lo olvidemos, no es otro que el planteamiento ideológico cada vez más patente de acabar con una educación pública de calidad en favor de una escuela privada, elitista y con claro sesgo religioso.
Si tenemos en consideración que a este vergonzoso recorte presupuestario tenemos que sumar los casi 1.500 millones de Euros que costará a la Administración Central y Autonómica poner en práctica estas reformas, llegamos a la conclusión que en la situación económica actual no salen las cuentas a no ser que nuestro Ministro haya pactado con la Conferencia Episcopal que a cambio de aceptar todas sus reivindicaciones emulará el milagro cambiando los panes y los peces por los dineros públicos.
Entre estas nuevas medidas parecen destacar aquellas que han tenido una mayor repercusión médiatica cómo son la desaparición de la asignatura de Educación para la Ciudanía (sustituida por Valores culturales y sociales y Valores éticos y la equiparación de la nota de la asignatura de religión con la del resto de materias. La consideración del castellano y segunda lengua cómo troncales y la lengua autonómica cómo especialidad también ha dado mucho que hablar sobre todo el hecho de que sufragaremos con dinero público el gasto que ocasione la plaza de un alumno en un colegio privado si éste desea recibir más clases en castellano que las que se imparten en su colegio público.
No restando importancia a estos puntos hay que hacer hincapié también en otros muchos que son incluso más dramáticos y reprobables y que se han pasado por alto seguramente de una forma claramente intencionada, entre ellos:
  • El cambio de redacción legal por el que se priva de la preeminencia que tenía en la anterior legislación la enseñanza pública frente a la privada, quitando la especificación de pública al referirse a la obligación que tiene la Administración de asegurar una plaza a toda persona que se encuentre en edad obligatoria de estudiar.
  • La pérdida de control por parte de los Consejos escolares en lo que se refiere a procesos de admisión, presupuestos, proyectos educativos reservándoles una mínima labor de evaluación e información.
  • La segregación del alumnado desde la tempranísima edad de 14 años (3º de la ESO) cuando ya empezarán a elegir las asignaturas dependiendo si en un futuro remoto piensan optar por bachillerato o FP llegando a estar del todo separados dependiendo de esta opción al año siguiente (con 15 años) y las antiguas “revalidas” renombradas cómo pruebas externas de evaluación que al final de cada etapa impedirán de no pasarlas, obtener el título de bachiller y poder acceder a la Universidad, que condenarán al abandono escolar o a la FP en el mejor de los casos a aquellos estudiantes con especiales dificultades.
El premiar a las escuelas privadas que diferencian a los alumnos por sexos con conciertos públicos contraviniendo por ahora dos sentencias del TS que considera esta práctica totalmente discriminatoria e injustificada.
Son tantos y tan profundos los cambios incluidos desde la imposición más ciega y sorda, serán tan imborrables las marcas que esta educación dejará a los que son nuestro futuro, que sólo nos queda seguir gritando y pataleando por defender lo que nos ha costado tantos años conseguir y no cesar en  reclamar unas reformas que realmente respondan a la preocupación por lo único importante: la masificación en las aulas, el abandono y fracaso escolar, la falta de recursos materiales y profesionales, la desmotivación y falta de autoridad del profesorado….y  no a ideologías de un color u otro o directrices de una Cúpula religiosa que no quiere aceptar que vivimos en un estado aconfesional aunque cada vez más, parezca todo lo contrario.
hasta arriba