Te interesa: La Educación y las Aulas
El último informe Pisa, del que todos seguramente hemos oído hablar, pone en cuestión las habilidades del alumnado de nuestro País en el manejo de las matemáticas y de la lectura. Cierra este preocupante panorama, las noticias que llegan a los medios de comunicación sobre la violencia en los centros educativos.
Sería necio negar que nos encontramos frente a un importante problema, que según todos los expertos no es nuevo, pero que en los comienzos del siglo XXI tiene características y formas de manifestarse distintas a las de hace, por ejemplo, treinta años.
Quizás deberíamos empezar por preguntarnos si tenemos claro qué es educar a nuestros hijos. Una parte importante de los padres piensan que consiste en que sus hijos adquieran conocimientos, realicen una carrera y se sitúen lo mejor posible frente al mercado de trabajo.
La educación, además de lo anterior, con ser importante, es otra cosa: facilita la adquisición, durante toda la vida, de valores, actitudes y conocimientos basados en el respeto a los derechos humanos, asegura la convivencia y se aprende con ella a enfrentar de manera pacífica los conflictos, evitando y previniendo la violencia, si esto se viniera haciendo, los asesinatos a mujeres por querer ser ellas mismas no se producirían.
Un estudio realizado por padres profesores y alumnos de todas la comunidades autónomas, atribuyen los casos de alumnos conflictivos a la mayor permisividad en la familia.
Los padres tendemos a trasladar toda la responsabilidad en la educación de nuestros hijos a los profesores y no podemos olvidar que el papel de estos profesionales tiene un cometido que no puede ni debe suplir al que nos corresponde a los padres.
La familia tiene un papel insustituible en la prevención de ciertas conductas de sus hijos. Numerosos estudios indican que la influencia de la familia trasciende hacia la relación del adolescente con sus iguales. También es muy importante la presencia física de los padres, la accesibilidad hacia estos por parte de los hijos, así como la posibilidad de comunicación de estos con sus padres. Por último la coherencia en su comportamiento, es decir hacer lo que se dice.
Sería necio negar que nos encontramos frente a un importante problema, que según todos los expertos no es nuevo, pero que en los comienzos del siglo XXI tiene características y formas de manifestarse distintas a las de hace, por ejemplo, treinta años.
Quizás deberíamos empezar por preguntarnos si tenemos claro qué es educar a nuestros hijos. Una parte importante de los padres piensan que consiste en que sus hijos adquieran conocimientos, realicen una carrera y se sitúen lo mejor posible frente al mercado de trabajo.
La educación, además de lo anterior, con ser importante, es otra cosa: facilita la adquisición, durante toda la vida, de valores, actitudes y conocimientos basados en el respeto a los derechos humanos, asegura la convivencia y se aprende con ella a enfrentar de manera pacífica los conflictos, evitando y previniendo la violencia, si esto se viniera haciendo, los asesinatos a mujeres por querer ser ellas mismas no se producirían.
Un estudio realizado por padres profesores y alumnos de todas la comunidades autónomas, atribuyen los casos de alumnos conflictivos a la mayor permisividad en la familia.
Los padres tendemos a trasladar toda la responsabilidad en la educación de nuestros hijos a los profesores y no podemos olvidar que el papel de estos profesionales tiene un cometido que no puede ni debe suplir al que nos corresponde a los padres.
La familia tiene un papel insustituible en la prevención de ciertas conductas de sus hijos. Numerosos estudios indican que la influencia de la familia trasciende hacia la relación del adolescente con sus iguales. También es muy importante la presencia física de los padres, la accesibilidad hacia estos por parte de los hijos, así como la posibilidad de comunicación de estos con sus padres. Por último la coherencia en su comportamiento, es decir hacer lo que se dice.